El Glaucoma es una enfermedad propia del ojo que provoca la pérdida gradual de visión. Puesto que se trata de una enfermedad silenciosa y que no presenta síntomas puede desembocar en una ceguera total.

La única forma de contenerla es mediante la detección temprana y aplicando un tratamiento adecuado. Las revisiones periódicas con tu óptico-optimetrista son las mejores pautas de prevención frente a esta enfermedad.

Para conocer cómo aparece el glaucoma debemos saber que la parte anterior del ojo está llena de un líquido completamente transparente, conocido como humor acuoso. Este fluido intraocular se renueva y continuamente. Se crea en el tejido ciliar y sale a través del canal de drenaje del ojo. El sistema se renueva sin descanso y genera una presión dentro del ojo que debe estar equilibrada.

La Presión Interna del Ojo (PIO) depende de la cantidad de líquido que se introduce y sale del circuito del ojo, sin acumularse. Cuando este sistema de entrada y salida se colapsa por no drenarse correctamente aumenta la presión sobre el nervio óptico. La extraordinaria sensibilidad de este nervio le provoca daños que desembocan en una pérdida de visión, e incluso ceguera. Los síntomas más habituales son:

  • Visión borrosa.
  • Dolor de ojos y cabeza.
  • Náuseas.
  • Pérdida de visón repentina.
  • Aparición de halos arcoiris rodeando luces brillantes.

Mediante una tonometría tu óptico puede determinar qué nivel de presión existe en el ojo y poder aplicar cuanto antes un tratamiento adecuado. Deberíamos hacernos una revisión anual a cualquier edad, pero fundamentalmente a partir de los 40 años.

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