Desde antes de nacer somos únicos. La extraordinaria combinación genética que da lugar al ser humano que somos comienza, a fraguarse desde el mismo instante de nuestra concepción. Como producto de esa exclusividad, portamos rasgos distintivos que nos permiten identificar a las personas con las que cruzamos nuestra vida. Pero hay parecidos más que razonables, todos conocemos alguno.

 

La ciencia ha tratado de identificar a los seres humanos de forma inequívoca a través de distintos métodos. Existen pruebas del uso de la huella dactilar en la antigua Babilonia y Persia. En China, en el siglo XIV los comerciantes distinguían a sus clientes mediante las huellas de la palma de las manos. Fue el comienzo de la biometría (del griego bios vida y metron medida) aplicada. Desde entonces, han sido varios los elementos distintivos de nuestro organismo empleados para identificarnos inequívocamente:

  • La policía de París en el siglo XIX identificaba a los criminales midiendo ciertas distancias entre los elementos que componen la cara. Hoy en día se sigue utilizando en los sistemas de reconocimiento facial.
  • Estamos acostumbrados al uso de la huella dactilar para la identificación desde que a finales del siglo XIX el antropólogo francés Francis Galton publicó sus conclusiones en el libro Huellas dactilares (1892).
  • En 1936, el oftalmólogo Frank Brunch propuso la idea de identificar los patrones de iris para la identificación.
  • Gracias al uso de las nuevas tecnologías aparecen nuevos métodos como la caligrafía forense y el reconocimiento de voz.

En la actualidad existen dos métodos relacionados con la identificación óptica: Reconocimiento de Iris y Reconocimiento de retina. El primero emplea el músculo coloreado del diafragma para verificar, y el segundo examina el patrón único de los vasos sanguíneos de la retina. Ambas técnicas tienen una fiabilidad muy alta y resultan (relativamente) sencillas de usar.

El uso de patrones de iris para determinar si una persona es quien dice ser nos recuerda lo fantástico del ojo humano. Capaz de informarnos sobre el mundo que nos rodea, pero también de construir hermosas estructuras de colores en el iris para recordarnos que cada ojo es único.

La distribución de melanina en el iris determina el color de nuestros ojos, interviniendo varios genes para conseguir el resultado final. El color del iris en los humanos puede ser:

  • Castaño
  • Ámbar
  • Avellana
  • Verde
  • Azul
  • Gris

Pero conviene recordar que pueden producirse algunas alteraciones en la combinación y dar lugar a iris de distintos colores (Heterocromía), ausencia de iris (Aniridia), ausencia de melanina (Albinismo) o la acumulación de cobre en el anillo de Kayser-Fleisscher (enfermedad de Wilson).

Nuestros ojos pueden ser más o menos bonitos, con un color que nos guste más o menos, pero conviene recordar que son uno de nuestros rasgos distintivos más importantes. Son el punto de referencia visual en una conversación, revelan nuestras emociones y trasladan nuestras intenciones. El ojo es una de las herramientas de las que disponemos que nos aporta la capacidad de visualizar el mundo que nos rodea, y así relacionarnos con él.

Tus ojos son únicos, como tú, y así los tratamos en Óptica Europa.

Fuentes: